Sin tiempo para el reloj

Mi objetivo en el IRONMAN de Louisville fue clasificar al campeonato mundial, y en principio el entrenamiento que había hecho, aumentaba mis probabilidades. Nunca imaginé los obstáculos.

Mi objetivo en el IRONMAN de Louisville fue clasificar al campeonato mundial, y en principio el entrenamiento que había hecho, aumentaba mis probabilidades. Nunca imaginé los obstáculos.

No voy a regresar a ver el reloj hasta que cruce esa meta, no me voy a estresar por el ritmo al que estoy corriendo, tan distante del esperado, ni tampoco me interesa el tiempo, ni los kilómetros que llevo recorriendo. ¡Tengo que terminar esta carrera.
— Marialuz

Son ya 365 días sin competir, es un año desde mi última carrera, el IRONMAN de Louisville, una competencia memorable con una enseñanza poderosa, que quiero compartir con ustedes. 

En octubre del 2019 llegué a Kentucky, Estados Unidos, a participar en mi IRONMAN (IM) número 13, estaba emocionada y ansiosa como siempre. El estrés y la adrenalina son ingredientes permanentes y necesarios antes de una competencia, más aún cuando significa recorrer una distancia tan larga: 226 km y, además, tener objetivos ambiciosos.

Me había propuesto clasificar al campeonato mundial, y en principio el entrenamiento que había hecho aumentaba mis probabilidades. 

La preparación fue muy específica, una estrategia diseñada en conjunto con mi entrenador Matt Dixon, basada en mi  realidad personal, en el hecho de que no dispongo de todo el tiempo que quisiera para entrenar, debido a que siempre hay otras responsabilidades, obligaciones, viajes y actividades que interrumpen mi planificación. 

Entonces, la estrategia consistió en trabajar, directamente y en persona, con uno de los entrenadores asistentes que trabaja con Matt , Michael Olzinsky, los 15 días anteriores a la semana de  la carrera. Él viajó a Quito a guiarme y entrenar conmigo.

El objetivo era subir mi nivel, la resistencia y la velocidad. Para esto entrené dos o tres sesiones al día, sumando entre 25 y 30 horas de entrenamiento a la semana. Para tener una idea, mi semana normal está entre las 12 y 16 horas.

Tenía confianza en mi preparación y me sentía fuerte. 

El día anterior a la carrera se confirmó que cancelaban la natación, a causa de una alga venenosa. La natación consistía en cruzar 3800 metros en aguas abiertas,  era la primera vez que iba a competir en un triatlón sin natación, no era lo ideal y supongo que en algún momento me tenía que tocar. 

El clima se estaba enfriando. La noche anterior a la carrera pude descansar, algo no muy usual antes de una competencia. Ahí comprobé que gran parte de la ansiedad y el estrés me lo ocasiona la natación, que es la disciplina que menos domino y en la que me siento menos cómoda.

El día de la carrera estuvo frío y en el segmento de ciclismo sentí la diferencia de no haber nadado antes, me costó mucho calentarme y el clima tampoco ayudaba, sentía que no fluía en la bicicleta y estaba como trabada. 

"Me duele la espalda, no me siento bien, tengo que bajar el ritmo. ¿Por qué? ¿qué me está pasando? He entrenado tan bien ¡No es justo!”, ese era mi diálogo interno en ese momento.

"Me duele la espalda, no me siento bien, tengo que bajar el ritmo. ¿Por qué? ¿qué me está pasando? He entrenado tan bien ¡No es justo!”, ese era mi diálogo interno en ese momento.

"Me duele la espalda, no me siento bien, tengo que bajar el ritmo. ¿Por qué? ¿qué me está pasando? He entrenado tan bien ¡No es justo!”, ese era mi diálogo interno en ese momento. /“My back hurts. I'm not feeling well. I need to slow down. Why? What’s wrong with me? I’ve had such great training; it’s not fair.” That was my inner dialogue at the moment. 

Finalmente, terminé esos 180 km con bastante desnivel y poca energía, y esperaba sacar lo mejor de mí para el atletismo. Empecé a correr y después del kilómetro 2 empezó un dolor de espalda y cadera, y me dije: ¡No puede ser! ¡Lo que me faltaba!

Se me llenaron los ojos de lágrimas y me dieron ganas de llorar, porque  me di cuenta que el dolor no me permitía correr al ritmo para el que me había preparado y en ese momento inicié una profunda conversación conmigo misma. 

Un diálogo que iba más o menos así: "Me duele la espalda, no me siento bien, tengo que bajar el ritmo. ¿Por qué? ¿qué me está pasando? He entrenado tan bien ¡No es justo! Hice todo lo que tenía que haber hecho, no fallé en nada, ni en mi entrenamiento, ni en mi hidratación, ni en mi nutrición. Hasta logré dormir bien anoche. ¿Y si me sigue doliendo? ¿Y si tengo que parar? ¿Y si se pone peor y no puedo terminar? ¡No! ¡Tengo que terminar! Así sea arrastrándome". 

Con ese diálogo interno, me di cuenta de que no iba a encontrar ninguna respuesta y que era momento de tomar decisiones. Tuve que actualizar mis objetivos, replantearlos y aterrizar mi ambición de subir al podio o clasificar al campeonato mundial, y conformarme con terminar, enfocarme en terminar y poner toda mi energía y esfuerzo en avanzar, paso a paso, con el único fin de cruzar esa meta, en el tiempo y en el estado que sea. Cuidarme y preocuparme solamente en avanzar, en poner un pie frente al otro sin parar.

En vista de que todo estaba replanteado, tomé otra decisión, tal vez la más compleja: ya no importaba el tiempo ni la posición, ni el ritmo, no iba a volver a ver el reloj.

Me dije: "No voy a regresar a ver el reloj hasta que cruce esa meta, no me voy a estresar por el ritmo al que estoy corriendo, tan distante del esperado, ni tampoco me interesa el tiempo, ni los kilómetros que llevo recorriendo. ¡Tengo que terminar esta carrera! Eso es lo más importante ahora. Eso es lo único importante ahora". 

Con esas dos determinaciones y nuevos acuerdos seguí corriendo, conectándome con mi cuerpo, pidiéndole que me diera lo que pudiera sin presionarle. El dolor fue desapareciendo y seguí corriendo, concentrada en avanzar, hidratándome y comiendo según lo planificado, cuidando mi postura y mirando al frente sin regresar a ver al reloj.

38 kilómetros después crucé esa meta soñada y miré  el reloj nuevamente, según el acuerdo que había hecho conmigo misma, y me llevé la sorpresa de que había corrido la maratón más rápida de mi vida: 3h30m01s. Minutos después confirmaba que estaba tercera en mi categoría.  Al día siguiente, me subí al podio y obtuve mi cupo para participar en el campeonato mundial de IM en Kona 2020. 

En momentos cuando nos vemos amenazados, donde los desafíos son múltiples y los resultados aún más inciertos, mi mente viaja a ese instante de duda en competencia. Contemplo el resultado.

En momentos cuando nos vemos amenazados, donde los desafíos son múltiples y los resultados aún más inciertos, mi mente viaja a ese instante de duda en competencia. Contemplo el resultado.

¿Por qué les cuento todo esto? 

Cada una de mis carreras y experiencias en el triatlón se han convertido en metáforas, que han sido útiles en mi vida en el momento menos pensado. Y el recuerdo de esta historia en particular, ha sido de gran ayuda para enfrentar situaciones complicadas e inciertas. 

En momentos cuando nos vemos amenazados, donde los desafíos son múltiples y los resultados aún más inciertos, mi mente viaja a ese instante de duda en competencia, cuando todo lo que había planificado lo tuve que replantear, donde mi herramienta principal para lograr mi meta dejó de serme útil y la tuve que descartar, tuve que liberarme de ella para poder cumplir con mi nuevo objetivo.

En los momentos cuando lo que no había contemplado se me presenta, recuerdo ese momento en Kentucky, y busco la metáfora que puedo adaptar para no detenerme y seguir adelante.

PRIMERO 

  • El hecho de no poder ir en la dirección que esperábamos, y sentir que la vida nos dirige por otro rumbo, no debe evitar que sigamos moviéndonos. No debemos detenernos, dejemos de mirar el reloj, aprovechemos el tiempo para reinventarnos y descubrir algo nuevo en nosotros. Hoy el tiempo ha cobrado otra dimensión, podemos dejar de vivir en horas o días, y vivir en actividades, aprendizajes, conversaciones, lecturas y encuentros con nosotros mismos.

SEGUNDO

  • Ante la adversidad, ante lo no esperado, no perdamos el optimismo, avancemos con la confianza de que el resultado nos puede sorprender, y podemos cruzar tantas metas como nos fijemos, y al final de muchas conquistas, los resultados nos pueden dar increíbles sorpresas y premiarnos con el genuino reconocimiento a nuestro esfuerzo, dedicación y la auténtica voluntad de salir adelante. 

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