La magia de las ideas
¿A dónde van las ideas y de dónde vienen? ¿Son realmente exclusivas y únicas? ¿A quién les pertenecen en realidad?
Las ideas son imágenes, sonidos o sensaciones, son entes mutables y flexibles en búsqueda de hacerse realidad, a través de los seres humanos. Estas ideas mutan y se mueven de una persona a otra, buscando a ese alguien dispuesto a adoptarlas y adueñarse de ellas. Muchos son receptores de una misma idea, y son pocos, o solo uno, capaces de aterrizar esa idea y hacerla oficialmente suya.
Las ideas no vienen ni van, están, siempre están. No creo que sean exclusivas ni únicas, y hacen hogar en la persona que esté dispuesta a ejecutarla y vivirla. Esas personas son en realidad los dueños de las ideas, quienes las reciben, las visualizan y las ejecutan con compromiso y pasión.
En ocasiones estamos rodeados de ruido y eso no nos permite escuchar nuestra propia voz, y tampoco podemos escuchar e imaginar esas ideas maravillosas que están buscando ser escuchadas. Confiemos y pensemos como cierto el hecho de que existen cientos, miles de ideas nuevas y maravillosas que buscan seres, colaboradores, gestores y hacedores.
¿Entre una idea auténtica y una original?
Es verdad que mucho de lo que se nos ocurre como una gran idea ya se ha hecho o está en camino de hacerse. No creo que ese deba ser un motivo para desmotivarnos y no persistir en la conquista de esa idea.
Es posible que lo que estamos buscando o construyendo no sea propiamente original; sin embargo, siempre puede ser auténtico. Con nuestra huella personal y ADN, esa idea será única. Además, es posible que aquello que quiero ya se haya hecho y mi opción es tener el privilegio de que sea hecho por mí.
Si hacemos algo busquemos que sea auténtico, que ese algo transmita lo que somos de manera genuina. Esa autenticidad es lo que hace que ese algo prevalezca y perdure, sin apariencias ni pretensiones, que lo que veas sea lo que es, ni más ni menos, y no esperes más que eso.
Hacer y vivir de manera auténtica no necesariamente nos va a garantizar el éxito, pero no serlo si sería un fracaso.