La libertad de escoger. Volver a Kona

El IRONMAN de Boulder hizo que llegara a mis oídos el mito de ‘la maldición’: “si has clasificado a Kona y no corres, nunca más vas a clasificar”.

El IRONMAN de Boulder hizo que llegara a mis oídos el mito de ‘la maldición’: “si has clasificado a Kona y no corres, nunca más vas a clasificar”.

Existen las creencias limitantes y las creencias posibilitadoras... Todo depende de nosotros y de nuestra voluntad.
— Marialuz

Fue un día muy largo e intenso, un día para el que me había preparado a conciencia, para el que había hecho muchos sacrificios y le había puesto toda mi dedicación, concentración y esfuerzo. El Ironman de Boulder 2019 había terminado. 

A la noche me encontré en el bar, abajo del hotel en el que me estaba quedando, junto a nuevos amigos que, hasta el día anterior, eran conocidos, y dos días antes, casi todos extraños.

Ellos festejaban y yo los acompañaba con una sonrisa, con una sonrisa de alegría por ellos y lágrimas, lágrimas que me corrían por las mejillas sin control, como si el recipiente que las contenía hubiera decidido vaciarse por completo. Sentía un dolor profundo, una mezcla entre frustración, ira y decepción, y el sentimiento de culpa, de sentirme defraudada por mí misma. 

¿Cómo era posible que hubiera estado tan preparada y me hubiera equivocado?  Me había fallado ¿Dónde estaba mi experiencia? Tantos años haciendo lo mismo. Inconcebible.

Fue el entrenamiento perfecto, con mi entrenador Matt Dixon habíamos inventado una fórmula que yo estaba convencida podría funcionar.  Teniendo tiempo limitado para entrenar y sobre todo con otras responsabilidades y viajes de por medio, decidimos mantener un entrenamiento moderado y posible durante el año, y enfocarme en un entrenamiento intenso, presencial y supervisado por uno de sus coaches, Mikey Olzinsky. Mikey viajó a Quito para acompañarme las últimas 3 semanas de entrenamiento. Fueron semanas de 20-25 horas de preparación, donde puse a prueba mi resistencia y mi resiliencia. Me sentía más lista que nunca, preparada física, mental y emocionalmente. Aunque no estuve lista para afrontar el error que cometí. 

La maldición

En el grupo estuvo un  amigo -entrenador argentino que acompañó a sus atletas panameños. Conversamos sobre la situación y lo ocurrido, le conté que había clasificado al mundial en 2014, 2015 y 2016, y que solo en 2016 decidí no competir, a lo que él me respondió: “¡Ah, entonces lo que tú tienes es la ‘maldición’!” ¿Qué?, “¡Claro! Si has clasificado a Kona y no corres, nunca más vas a clasificar”, me dijo.

Me reí asumiendo que era una broma; sin embargo, no pude evitar repasar cada una de las competencias en las que había participado después del 2016. En muchas estuve muy cerca de clasificar e incluso subido al podio, no conseguí el cupo para volver a Kona. 

Mi repaso después del 2016:

1. En 2017 participé en Austria y Mar del Plata, llegué 3ra y no logré clasificar.

2. En 2018, en agosto, fui a Maastricht, quedé 2da; y en diciembre a Mar del Plata, donde quedé 5ta, y no lo logré.

3. En 2019, fui a Boulder y me descalificaron. Y nuevamente no lo logré. (Haz click en Boulder para leer esa historia).

¿Por qué no fui a Kona 2016? Fue una decisión. En abril del 2016 sucedió el terremoto que sacudió la costa Ecuatoriana, afectó a Manta, la sede del Ironman 70.3 Ecuador. Fue la primera vez en mi vida que verifique la existencia y el efecto de las neuronas espejo, teoría que sostiene que las emociones se contagian. En el ambiente de Manta, sentíamos con fuerza la tristeza, la desolación, la angustia… en lo único en que me podía concentrar era en buscar las maneras de ayudar. Como organización del 70.3 enviamos toda la ayuda posible, contactamos a las instituciones de la ciudad que trabajaron con nosotros para saber qué necesitaban específicamente. Organicé, junto a un grupo de terapeutas,un curso dirigido a los voluntarios para que vayan preparados a enfrentar la crisis. 

Y  como Andesports teníamos que decidir si hacer o no la carrera, y fue la misma gente de Manta quien nos pidió que la hagamos, porque ese iba a ser el símbolo de que se estaban levantando y que iban a salir adelante.

Fue una carrera única, inolvidable, memorable. Con esta experiencia aprendimos sobre cómo el ser humano puede reconstruirse a partir del dolor. Si con esta experiencia no iba a clasificar a Kona nunca más, no tenía duda de que había valido la pena. 

¿Qué significa clasificar al Mundial?

¿Kona? Kona es una isla en el archipiélago de Hawaii, donde todos los años se celebra el campeonato mundial de Ironman. Clasificar es la aspiración de la gran mayoría de los triatletas, está considerada el santo grial del triatlón, donde compiten más de 2000 atletas de 75 países. 

El Ironman consta de tres disciplinas: nadar pedalear y correr. En, al menos, 16 horas recorres 3800 m de natación, 180 km de bici y 42.2 km corriendo (completas una maratón). Para tener una idea más clara equivaldría a atravesar el lago San Pablo, tomar la bicicleta y pedalear hasta Latacunga y luego correr de Latacunga a Ambato (en Ecuador).


Algunos datos

Carreras clasificatorias: 49 alrededor del mundo.

Atletas que compiten: 90.000.

Tragamonedas: 2,500 (2.7%).

Starters 2019 (el más alto de la historia): 2385.

Finisher 2019 (el más alto de la historia): 2307 - 96.7%.


Las creencias

¿En realidad no iba a clasificar a Kona nunca más? Todo depende de aquello en lo que Yo crea que será posible. 

¿Cuál es el poder que le damos a las creencias?

Existen las creencias limitantes y las creencias posibilitadoras, así también existe la posibilidad de convertir una de ellas en la otra y viceversa. Como en todo y como siempre, todo depende de nosotros y de nuestra voluntad. 

  1. Somos lo que creemos. Lo que vemos y cómo interpretamos nuestra realidad es producto de nuestras creencias.

  2. Esas creencias son producto de dónde y cómo nacimos, de las experiencias,  de todo lo que hemos aprendido de manera formal o informal, de lo que hemos visto. 

  3. También están las creencias ajenas,  adoptamos creencias de otros, como la maldición de Kona.

  4. Todo sucede en nuestra cabeza. Nuestra concepción y percepción de la realidad es producto de aquello que creemos.

  5.  Yo no soy supersticiosa, no creo en la mala suerte, por tanto, tampoco en la buena suerte. Estoy convencida de que lo que me sucede es el resultado de mis decisiones o de la falta de ellas, entonces si quiero tener control de mi vida, lo que tengo que hacer es decidir y escoger, en base a las opciones y las alternativas que están disponibles, todo depende de mi voluntad. 

Toda las pregunta merecen una respuesta

Cuántas veces, cuando sentimos dudas, angustia, incertidumbre, nos  atacan estas preguntas (a mí me ocurre cuando estoy a punto de salir hacia una competencia):

¿Por qué me siento así? ¿Cuándo se va a acabar esto? ¿Qué me pasa? ¿Qué hago? ¿Para qué hago esto? ¿Por qué nunca...? ¿Por qué siempre...? 

Todas estas preguntas merecen una respuesta. Si nos damos tiempo para escucharnos y activar nuestro diálogo interno, y hacer un esfuerzo por contestar a esas preguntas, si solamente hacemos el ejercicio de respondemos a nosotros mismos, no solo encontraremos los motivos de por qué nos sentimos de una u otra manera, sino también podremos encontrar opciones y alternativas para escoger sentirnos mejor.

¿Por qué hago esto? ¿Por qué compito? Para honrar mi vida y hacer lo que me apasiona, y lo que me enciende, por que amo el  triatlón. Y por todo esto, ahora, vuelvo a Kona.

Lee mi siguiente artículo, te cuento cómo rompí la maldición: “Volver a Kona, en el IRONMAN Louisville 2019”.

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Una nueva oportunidad, IM Louisville. Volver a Kona