Enfermedad ¿Tiene un propósito en nuestras vidas?
Síntoma, esa palabra desagradable que nos causa incertidumbre, sufrimiento y miedo. Que cuando aparece, desde la mirada de Occidente, nos convoca a buscar a ese alguien que ‘nos repare’ y calme el dolor, con una dosis de paracetamol. Buscamos por todos los medios callar el malestar, sepultarlo, mientras la raíz queda latente.
Con el tiempo, el dolor no puede esconderse más, y nos vemos frente a frente, con el que consideramos nuestro mayor adversario: la enfermedad.
¿Sufriremos? ¿Moriremos? ¿Se acabó la vida?
Durante siglos, los seres humanos hemos buscado por todos los medios comprender esta circunstancia de la existencia, intentando descifrar nuestra naturaleza.
Por un lado, seguimos obsesionados con la idea de que somos un cuerpo mecánico que se repara con medicación.
Por otro, hemos comprendido que somos más que materia, somos mente, emociones, alma. Vamos encontrando, poco a poco, la conexión entre esos cuatro factores y las sanaciones que calificamos de “milagrosas”, aún alejados del instinto innato de autosanación.
Nuestra mirada de la enfermedad ha ido evolucionando. René Descartes pensaba que el cuerpo y la mente eran entidades separadas, bajo la lógica de que el cuerpo sanaba por la medicina y la mente, por la iglesia.
No fue hasta la aparición del psicoanálisis con Sigmund Freud, que la medicina empezó a hacer la conexión formal entre las experiencias psicológicas y la enfermedad, sacando a la luz el factor psicosomático, en el que un conflicto interno (la alteración de la consciencia) podía tomar forma física a través del síntoma, concluyendo que la enfermedad tiene un sentido y una finalidad:
Volver al equilibrio en todas nuestras dimensiones.
¿Qué es la enfermedad?
¿Somos seres que necesitamos de ella?
Consultamos uno de los libros más interesantes respecto a este tema: “La enfermedad como camino”, de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke (1990). Desde su mirada: “la enfermedad es algo más que un defecto funcional de la naturaleza. Es parte de un sistema de regulación muy amplio que está al servicio de la evolución”.
Esa evolución, según los autores, se refiere a la lucha constante contra el ego del ser humano, en donde la enfermedad (esa ‘oportunidad’ con la que quiere acabar la medicina convencional) y la muerte son las que destruyen las ilusiones de grandeza del ser humano y corrigen sus conflictos, acercándolo, una y otra vez, a nuevos y más profundos estados de consciencia.
“La enfermedad es el punto de inflexión en lo que lo incompleto puede completarse. Para que esto pueda hacerse, el ser humano tiene que abandonar la lucha y aprender a oír y ver lo que la enfermedad viene a decirle…la curación siempre está asociada a una ampliación del conocimiento y una maduración”, dicen.
El origen: emociones, síntomas y mensajes
Corrientes de estudio de la salud como la Bioneuroemoción, de Enric Corbera, coinciden en que la enfermedad es una transformación de la consciencia que permite reescribir la vida, y la asocia con la expresión y el manejo de las emociones.
Las emociones contienen información acerca de una necesidad que hay que satisfacer. Puedes no hacerles frente a tus emociones, pero ellas no desaparecen, sino que permanecen en un estado de abandono inconsciente, que sostenido en el tiempo desencadena procesos inflamatorios en el cuerpo físico, precursores de las enfermedades.
Las emociones tienen un punto de inicio marcado por el estrés, al que se le conoce como el momento semilla. Según William Braud, uno de los máximos representantes de la psicología transpersonal, estos instantes son “etapas en las que se originan eventos o síntomas corporales, saludables o dañinos, que se pueden manifestar más tarde en la vida cronológica de una persona”.
¿Cómo se expresan esos momentos semillas? A través de los síntomas, ellos guardan un mensaje para sus hospedadores. Si somos capaces de escucharlos más allá de la dimensión física, nos permiten identificar nuestras incoherencias de pensamiento y acción, nos hacen conscientes de nuestras percepciones del mundo y de las creencias que nos acompañan, haciéndonos capaces de soltar aquello que no nos nutre y reemplazarlo por hábitos de vida más saludables, que finalmente nos hacen avanzar, evolucionar.
Nuestros síntomas dicen más de lo que pensamos. Quizás este pensamiento de Carl Gustav Jung lo deja claro:
“Un paciente, por ejemplo, que se enfrenta a una situación intolerable, puede provocar un espasmo siempre que trate de tragar. “No puede tragarlo”. En situaciones análogas de tensión psíquica, otra paciente tiene un ataque de asma, “no puedo respirar el aire de casa”. El tercero sufre una peculiar parálisis de las piernas, es decir, “ya no puede andar más”. Un cuarto vomita lo que come, “no puede digerir” cierto hecho desagradable. [...] Tales reacciones físicas son solo una forma en que los problemas que nos inquietan pueden expresarse inconscientemente”.
Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke definen al ser humano como “un enfermo”, porque nuestra existencia es conflictiva y tiende a la enfermedad para obtener aprendizaje y volver al equilibrio.
Pregúntale a la persona más sana que conozcas sino le duele algo, si alguna vez lidio con un síntoma incómodo, y mejor aún, si antes de estar como la ves (aparentemente sana), enfermó. Seguramente, las respuestas te asombrarán. Un dato impresionante dice que: “un adulto, en veinticinco años de vida, padece por término medio una enfermedad muy grave, veinte graves y unas doscientas menos graves”.
¿Cómo desentrañar la enfermedad que nos acompaña? ¿Cómo rastrear el origen de esos síntomas que no se van?
A través de un profundo trabajo de:
Auto observación
Auto conocimiento
Meditación
Este proceso debería ser acompañado por un especialista. Podrías empezar planteándote algunas preguntas (respóndelas a mano):
Como ya lo dijimos antes, la Bioneuroemoción se centra en el factor emocional, es decir, en los ambientes que provocan un estrés en la persona y que afectan directamente al cuerpo (un estrés de hoy, de la infancia, de la concepción y hasta resultado de la herencia). Dentro de este pequeño ejercicio para reconocer las raíces de nuestras molestias, vale la pena echar un vistazo a dolencias comunes y su vínculo emocional:
Esta perspectiva de lo que es la enfermedad puede ser incómoda para muchos, porque ¿para qué alguien quisiera estar enfermo?, y también, porque hemos sido criados en una sociedad que le ha entregado el poder, la responsabilidad de nuestro bienestar al médico, al nutricionista, al psicólogo, a la medicación. Nos distraemos con píldoras de efecto inmediato y miramos el proceso de atravesar una enfermedad como algo tortuoso y no como un camino de transformación, como una historia que marcara nuestra biografía y la de nuestra familia.
Por eso cuesta tanto ver y entender qué lugar ocupamos nosotros cuando enfermamos y cómo usamos ese estado a modo de coartada para esquivar los problemas pendientes.
Aquí no hay médico que sana, sino el especialista que acompaña, porque la responsabilidad de sanar le corresponde totalmente al paciente, despertando la auto conciencia.
Como dijo Hipócrates: "Antes de curar —acompañar— a alguien, pregúntale si está dispuesto a renunciar a las cosas que lo enfermaron", y eso no solo tiene que ver con la mala alimentación y la falta de ejercicio, también significa renunciar a:
Las personas
Las situaciones
Los recuerdos
Las palabras
Las emociones… que no nos hacen bien.
Mira el capítulo de Espirales: ¿Para qué nos enfermamos? con Ricardo Véjar.